Resumen:
La autobiografía como subgénero a veces subestimado, tiene sus antecedentes desde la antigüedad,
aunque la historia de la literatura y los estudiosos de la autobiografía consideran las Confesiones de san Agustín
como el escrito más antiguo. Sin embargo los testimonios históricos anteriores dan prueba de la existencia de este
ejercicio literario antes del siglo V d.C. Los testimonios protoautobiográficos serían las estelas monumentales y
obeliscos de las civilizaciones mesopotámicas y egipcias respectivamente. Estas petrografías, que sin ser escritas por
los reyes y faraones, narran los logros de estos en primera persona para conseguir que sean conocidos (y a veces
temidos) por sus súbditos. Se puede considerar como el más antiguo ejercicio autobiográfico de forma escrita al libro
de Oseas del antiguo testamento escrito en el siglo VIII a.C. mientras que siglos más tarde de la cultura grecorromana
apenas se tienen noticias de este tipo de recurso literario; tal es el caso del testimonio de Bión de Borístines en la obra
de Diógenes de Laercio o las noticias de escritos denominados Memorias que relata Suetonio a principios del segundo
siglo de nuestra era. Flavio Josefo (37-101 d.C.) historiador romano de origen judío redactó al final de sus
obras Antigüedades judías lo que se podría considerar una autobiografía en el sentido estricto a finales del primer
siglo.
Pero antes de Suetonio y Flavio Josefo, san Pablo ponía en sus cartas o epístolas fragmentos de su vida y así
convertirlas en testimonio que justifiquen los fundamentos de la nueva religión que pregonaba. Así el apóstol de los
gentiles inauguró las escrituras interioristas que cayó muy bien a la filosofía de la patrística en donde Confesiones de
san Agustín encontró su mejor expositor.