Resumen:
Dicho sin metáfora, la música es el arte que trabaja con el éter Se afana sobre una materia oscura: escuchar no sólo no es ver, sino que es el mejor, el más eficaz modo de interrumpir el imperio de la visión. Porque la imagen campa: uno se ve compelido a imaginar si la meta es comprender. Hay toda una historia de sus imposiciones y privilegios. De pronto es como si la pérdida del olfato rebotara en el oído y le pidiera más
atención; unas por otras. Dicen que los ciegos desarrollan habilidades habitualmente adormecidas, y lo mismo, invertido, podrá afirmarse de los excesos de lo visible: los otros sentidos practican su respectiva siesta. Trabajar en y con el éter significa algo así como desimaginar, emprender redadas o raids contra la Iglesia Visible, empeñada por su parte en iluminar todos los espacios. La música organiza el espacio desorganizando o debilitando sus propensiones a hacer depender todo de un “punto de vista”.