Resumen:
La apuesta, en la lógica de la disgregación como en la epojé de la lógica, es la misma: que lo real respire entre los poros de la realidad. Que la “vida” se abra paso en la espesura del “mundo.” Una vida que, como sabía Borges, es la vida del Otro. De lo otro del mundo. Pues el mundo lo es porque y en cuanto visible: del mundo se tiene una imagen. Sin ella, ¿qué sería de la realidad? La crítica de la civilización no forzosamente se ensaya desde fuera. Si no es crítica, ¿sería, hablando en serio, cultura?