Resumen:
La Ilustración ha sido, y continúa siendo, un movimiento rico, versátil y tan complejo como su sucesor y, hasta cierto punto, adversario, el Romanticismo. Está fechado y situado, documentado y cartografiado centenares de veces, pero eso no equivale a declarar cerrado su expediente. En su carácter de desafío –el sapere aude kantiano-, no cuesta trabajo admitirlo como proyecto infinitamente renovable. Se advertirá que, con frecuencia, sus defensores y panegiristas aparecen como los más necesitados de Ilustración; frente a ellos, los críticos, si no profesan abiertamente la regresión a las tinieblas –no a las cavernas– de la razón, han sido a su pesar
acérrimos propulsores.