Resumen:
En la teoría crítica, lo desconocido rompe la especularidad del conocimiento y suspende o deroga las
exigencias del reconocimiento. Hay crítica porque el mundo está roto.
La crítica es con frecuencia críptica: aun si parece transparente, se realiza en la atmósfera de una relativamente retorcida retórica. Ahora bien, que el mundo no termine nunca de cerrarse, de cumplirse en su prometida especularidad, ¿es la gloria de los hombres, o un destino funesto del que querrían en todo momento escapar? En esta pregunta se condensa buena parte del trayecto, la situación y las inflexiones
propias del pensamiento crítico. Para el pensamiento crítico, lo que es, no es todo. Pensar –eso que es posible hallar no solo en la gran filosofía, sino también y sobre todo en el gran arte– es, en el fondo, desconocer el presente. La crítica es crítica del presente, cuestionamiento e impugnación de “lo que es”. La crítica supone, y se sostiene en, un desplazamiento. Y un desplazamiento presupone, de modo más o menos ostensible y más o menos arriesgado, una pérdida del equilibrio. En toda crítica existe, además de cierto entusiasmo iniciático, un factor de vértigo y de náusea. Entre crítica y alienación se establece un explosivo vínculo.