Resumen:
Las cartas y los diarios son considerados documentos originales, nos acercan lo más posible a la
intimidad y a la autenticidad de los sentimientos, de tal manera que “hasta podemos tener la ilusión
de que a través de ellas se puede reconstruir la totalidad de una vida, o gran parte de una época con
sus sueños y sus angustias”. 1 Y ante esa aspiración de reconstrucción, el oficio por la historia lleva
al historiador a andar diversos caminos en la búsqueda de fuentes. Esa búsqueda me llevó al
Archivo General de la Nación 2 , donde localicé un epistolario que será la fuente y el objeto principal
del presente libro.
Los archivos guardan valiosa información sobre nuestro pasado lejano y reciente, desde donde
se tejen historias de hombres y mujeres destacados, y en menor medida historias de mujeres y
hombres de los grupos sociales intermedios y marginados, porque de ellos la información es
mínima. Este texto trata de hacer visibles a esas personas sencillas, de la vida común, cuyo destino
no fue ser héroe o heroína, aquellos que aún no tienen un lugar en la memoria colectiva, en la
historiografía zacatecana, y sin embargo están presentes en algunas fuentes empolvadas de los
acervos documentales. Como señala Pilar Gonzalbo, se pretende destacar “las rutinas consideradas
irrelevantes y las formas de comportamiento que aparentaron ser espontáneas pero que siempre
respondieron a motivaciones previamente asimiladas”. 3
Quienes nutrimos nuestras historias desde los archivos (aun y con sus riesgos) 4 cuando vamos a
ellos agudizamos los sentidos, nos avivamos pensando en localizar algún documento que conduzca
a una investigación de envergadura. En ocasiones llevamos ideas preconcebidas, datos sobre lo que
queremos localizar, y podemos estar días y días sin encontrar lo que deseamos o necesitamos; en
cambio, en otras, la suerte nos favorece pero no la vemos, y ésta nos lleva una y otra vez al mismo
sitio, hasta que de tanto volver discurrimos que vale la pena trabajar en esas fuentes.