Resumen:
Como se podría intuir por el título, hay dos partes en
esta obra; ambas —emparentadas por una red de vasos
comunicantes— reintegran un concilio de la vida a ras
de tierra. Desde el poema inicial y hasta el final, se
transparenta una breve alegoría de la humanidad con
una peculiar interpretación que reposa en instantes de
amor o soledad, de júbilo o desaliento y diferentes
disposiciones ante la indeseada mortalidad. El empeño
de superar el dolor y la reivindicación de la felicidad
contrastan con las heridas causadas a la naturaleza
íntima de los humanos y con la ausencia de compasión.
En ese momento de búsqueda secular, la humanidad
sopesa las posibilidades de su propia transformación,
busca la singular trascendencia en este mundo: los
colores de unos ojos que no están ahí. Con empática
ironía o con ambiguo distanciamiento, el tono poético
es nervioso o interrogativo, jamás concluyente. La
iconografía es profusa, con inevitables destellos surrealistas.
En esa densidad metafórica se confrontan
situaciones extremas de la condición humana y las
fragilidades físicas y mentales de la existencia. De
manera implícita o con imágenes sugerentes, en cada
poema se reitera la misma incertidumbre: ¿se podrán
superar, con los recursos actuales y bajo los imperativos
del amor y la libertad, las situaciones límite de la
persona? Las posibilidades parecen inmensas, pero la
realidad es conservadora; la poesía no.