Resumen:
En las últimas décadas el concepto de ciudadanía, entendida como “las relaciones y
compromisos entre una comunidad y un Estado” (Beas, 2009: 21), ha tenido un auge muy
importante, específicamente a partir de la década de 1980, vinculándose además con otros
conceptos como justicia y pertenencia comunitaria debido a la estrecha relación que tiene
con los derechos individuales y la comunidad (Almanza, 2012).
A pesar de los distintos enfoques desde los que pueda estudiarse la ciudadanía, hay
una coincidencia en todos ellos, y es que ésta conlleva un estatus de pertenencia, esto es, “a
una sociedad o comunidad organizada” (Conceptos jurídicos, s.f.), “que es plenamente
miembro de un Estado” (Antxustegi, 2010: 153). Esta pertenencia implica que haya
inclusión, un concepto que no puede entenderse de manera aislada sino de la mano de la
exclusión pues ambos conceptos (inclusión y exclusión) son concebidos –desde el punto de
vista de la teoría de los sistemas sociales autopoiéticos– como una unidad, es decir, que
mantienen una relación indisoluble conocida y/o denominada como “unidad de la diferencia
inclusión/exclusión” (Ramos, 2012: 72), la cual a su vez también es entendida como una
categoría de estudio.