Resumen:
En Fuentes del pensamiento europeo, Bruno Snell pregunta
dónde aprenden los hombres a distinguir entre lo real y
lo fantástico, dónde aprenden a tomar lo natural como
tal,1 cuestiones fundamentales a las que podríamos añadir otros
como dónde y cómo aprendemos a distinguir entre lo verdadero y
lo falso, entre lo bello y lo feo, lo bueno y lo malo, lo debido y lo
indebido, entre lo que es esencial para la vida y lo que no lo es…
Emprender el mandato délfico de conocerse a sí mismo siempre
lleva más allá de la sola y propia individualidad: lleva a pensar en
otros seres humanos, en otros momentos y espacios que confluyen
en el tiempo y en el ser de cada uno de nosotros.
Todos tenemos alguna idea de lo que es el mundo y de lo que
somos nosotros mismos; sin embargo, cualquiera que se plantee
explícitamente alguna de estas preguntas se quedará sin saber qué
decir o, después de pensarlo un poco, intentará ofrecer alguna respuesta
que siempre requerirá de una larga explicación para apuntar
siquiera su pertinencia.
Los antiguos griegos, si seguimos a Hesíodo, concebían la conformación
del universo como una ordenación genealógica desde un
caos primigenio, donde “Primeramente, por cierto, fue Abismo; y
después, Gea de amplio seno... De Abismo, Érebo y la negra Noche
nacieron... Gea procreó primeramente, igual a sí misma, a Urano
estrellado, porque todo alrededor la cercara…”