Resumen:
Leer a María Luisa Puga es conectarse con las ciudades
desde un sentimiento de pertenencia, pero también de
desarraigo con los lugares más o menos habitables; quizá
los sitios de la infancia o los que se descubren en la juventud
o los que la acompañan en su madurez como mujer y
escritora. Ser extranjera, ser ciudad, es reinventar un diálogo
con los otros. Ser extranjero es vivir en cierto grado de
extrañeza, como si ésta fuera una postura frente a la vida.
Cuando se trata de pertenecer, persiste cierta diferencia
respecto del otro, del lugar del otro, mientras el yo se reinventa
una y otra vez en cada una de sus ficciones.
Cuando pienso en Puga me vienen a la mente distintas
palabras: «extranjería», «espacio», «narración», «memoria»
y «autobiografía»; asimismo el contexto social y cultural
de México: mujeres, violencia, familia, pareja y sus rupturas,
enfermedad y dolor, viajes y ciudades que nos seducen
y nos dejan ir. Éstos son los temas que forman parte de la
producción literaria de la autora, desde Las posibilidades
del odio hasta Diario del dolor, de 1968 a 2004, apertura y
final de una vida dedicada a la escritura.